“Son las cinco de la mañana tengo la garganta seca, me duele, es el frío de la madrugada. Necesito un vaso de agua, pero si me despego de las cobijas en esa ida y vuelta por un simple capricho, cuando vuelva mis pies van a estar fríos y no me voy a poder volver a dormir, mi garganta-.”
Volví a dormir esa madrugada escuchando con mi mente el salpicado de las gotas en el techo, tuve un sueño con una muchacha; esta me agarraba el brazo con muchísima fuerza –en el sueño- y de un momento a otro estábamos volando entre planetas, sobrevolábamos en una estrella fugaz y sentí –mejor dicho escuché-, en lo profundo de la mente como dejó de llover. Abrí los ojos, estaba en mi cuarto, oscuro, esta vez más sombrío de lo normal, en el piso estaban el jeans y las medias -tenía un piquete en el brazo que me incomodaba-; me levanté y miré la repisa estaba llena de discos, sentía pereza de ordenar –empecé a sentir el dolor de cabeza y el piquete en el brazo me seguía incomodando-, me puse de pie y me quite la camiseta -sentí un escalofrío-, me puse el jeans y dejé las medias. Abrí la puerta y vi un pasillo bastante largo – ¿aún estaba soñando?-, olía mal, era una mezcla de sudor y vómito, escuchaba un escándalo, pitos, gente gritando. -¿dónde estaba?-. Luego caminé por el largo pasillo había muchas puertas, tenía sucio el cuerpo entero y el escándalo seguía - quería preguntarle a mi mamá que había de desayunar-.
-Diay guebón ¿ónde se metió ayer?
Mire atrás y un muchacho me estaba hablando –ciento un preguntas dieron tres vueltas en mi cabeza al mismo tiempo, pero ¿dónde estaba y qué pasaba? tomaron un lugar primordial- Me iban dando vueltas las mismas preguntas a cada instante, a cada paso, hacia el final del pasillo. Caminé rápido para perder al joven y salir rápido del pasadizo, pero aún con esas dos preguntas girando en mi mente –y el piquete en el brazo que no dejaba de interferir-. Al final del pasillo había una puerta que abrí –para escapa de las preguntas, el piquete, el muchacho y la pesadilla- y salí a una calle. En el mismo instante abrí la puerta buscando escapar de la pesadilla iba entrando una mujer mal vestida y sucia; el miedo me invadió por completo el ser. Caminé por la calle sin saber hacia donde me dirigía y paré a preguntar en una tienda dónde estaba.
-Señor ¿qué día es hoy?- pregunte mirando a los ojos de un señor como de unos cincuenta años, me devolvió la mirada, rió –de mí, creo-, se puso de pie y dijo bruscamente:
-¡Jale, jale de aquí piedrero!- Hubo silencio en mi cabeza al parecer esto trascendía más allá de una simple pesadilla y empecé a correr.
Corrí rápido, rápido hasta que los pies no me daban, llegue al Parque de
Por Fernando Bermúdez Kuminev
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