Estamos cerca de un armario amarillo, hay una lámpara roja en el centro de la cocina, la mesa es áspera y no tiene mantel. Me tumbé contra el refrigerador para sentir la comida e intentar atravesar la materia gris con un esfuerzo, pero nada se desliza tan fácil. Quiero comerme una rodaja de pan blanco, pero no hay, solo están esas migajas sobre la mesa sin mantel –ahí está lo áspero-.
Doy tres pasos hacia el lavaplatos, camino únicamente sobre las líneas negras de la cerámica, puede que exista una combinación extraña y si uno da un paso en falso se derrumba el piso del apartamento; estoy frente al lavaplatos –hay hormigas- quiero un vaso, ¿dónde están?, era la única pregunta que daba vueltas como las bolas de un bingo antes de salir…19, 19 fue el número que me faltó para el premio, seis, seis cartones compraron y tan solo un cigarrillo de 5 minutos.
Dominando el momento, sin perder la calma ni tampoco el equilibrio sobre la línea negra de la cerámica, puse mi cabeza sobre el piso y empecé a dar vueltas hacia una silla, una vez frente a la impresunta (silla), la tome por las patas y la lancé hacia el techo.
Hoy vi por la ventana de un quinto y tenía ganas de lanzarme hacia un viaje infinito y solo mío, soltar mis alas, desprenderme del mundo, estar en la nada, ser nada, ni siquiera un recuerdo...Hoy quise no olvidar, pero si ser olvidado, hoy vi un futuro no tan lejano lleno tal vez de lágrimas y llantos, pero un momento y un espacio que era solo mío.
Sentía que una amalgama de ideas, pensamientos y muchos sentimientos se formaban en mi cuerpo, mi mente, me recorrían y me corroían. Me sentía oxidado, respiraba ese metálico sudor e inhalaba ese humo gris, como se expandían y se contraían los músculos del cuerpo -el dolor abdominal-. ¡ESTOY VIVO! Y me siento a meditar, entre meditación y muchas lamentaciones de hechos y deshechos, unas cuantas lágrimas que se secan antes de caer del rostro, la sal que mis labios prueban, el sonido del sollozo...soy yo el que esta frente a ese espejo que se desliza hasta la planta baja.
Por Fernando Bermúdez Kuminev
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