He tomado el autobus, me he bajado 3 paradas antes
y he caminado unos cuántos kilómetros -tal vez 2 o 3-,
para llegar a sentarme frente al infinito mar de luces citadinas,
desearía tanto poder tener una rasuradora y quitarme la barba en este instante.
De las cervezas y vinos que traía,
ya me lo he tomado todo
y me encuentro cerca de un precipicio,
al igual que la sociedad y la naturaleza.
Me siento egoísta y decepcionado,
siento tristeza y angustia,
si la batalla la perdí antes de haber empezado.
Ojalá estuviera en mi mente,
ojalá fuera todo un sueño
o uno de esos "sentimientos" pasajeros,
de esos "baches",
pero no es real, puro, crudo
y bastante ácido.
FATAL.
Por Fernando Bermúdez K
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