Sabía que cuando la veía a los ojos nos insinuábamos,
¡ya no eramos extraños!
Su mirada fija en el espacio vacío
hacia que quisiera brincar y desaparecer,
estar frente a sus ojos.
¿Realmente había amanecido?
Tenía esa y varias preguntas más, su olor dulce y un poco salado había quedado impregnados en mi bigote, cada respiración era como saborearla una y otra vez.
A pesar de todo me había vuelto adicto a ella, no nos habíamos besado aún -¿qué putas?-, ni la conocía y en cierto modo sabía que había caído ahí en ese vacío.
Escrito por Fernando Bermúdez K
¡ya no eramos extraños!
Su mirada fija en el espacio vacío
hacia que quisiera brincar y desaparecer,
estar frente a sus ojos.
¿Realmente había amanecido?
Tenía esa y varias preguntas más, su olor dulce y un poco salado había quedado impregnados en mi bigote, cada respiración era como saborearla una y otra vez.
A pesar de todo me había vuelto adicto a ella, no nos habíamos besado aún -¿qué putas?-, ni la conocía y en cierto modo sabía que había caído ahí en ese vacío.
Escrito por Fernando Bermúdez K
No hay comentarios.:
Publicar un comentario