Existía una situación desde hacía “meses” que daba vueltas en mi cabeza –ya no era ella-, que me hacía caminar en círculos y cuadrados por la noche, perderme en botellas de ginebra, vino, cervezas y a veces algo más. Los cigarrillos eran amigos infalibles, como el reloj rojo y el mismo cassette. Pero todo eso era cuestionable, todo era puramente refutable…no existía ningún motivo real del por qué estar entre todo aquello y encontrarse tan perdido, cuando en realidad, no era más que yo frente a un espejo en un bar del centro, la verdadera situación fue haber perdido el hilo de la conversación mientras tomaba el café por la tarde con Margarita, fue un momento y un espacio aislado. Haber golpeado el lado izquierdo de mi cara contra el piso –o en realidad pudo haber sido mi almohada esa misma noche-, haber escuchado el reloj antes de que sonara y abrir los ojos -esos 5 segundos antes de que sonara el reloj- en la oscuridad.
Los momentos y el tiempo después de haber viajado durante una semana, se habían delimitado en simplemente dos hechos: ver como el cielo se prendía en fuego con cada atardecer para luego dejar nada más que cenizas y restos de objetos brillantes en el cielo –las estrellas-, y sentir el frío en los pies justo antes del amanecer…era así como podía saber que un día más había pasado, que el tiempo pasaba.
Ya recordar las tardes de cafés en aquella esquina con Daniel y Allan era como viajar en el tiempo, perderse en un delirio, era simplemente pasar una película vieja ante mis ojos, pensar en ese tiempo y verlo como un hecho es como sentirse más viejo el día después del cumpleaños…
Quería que esa canción durara por siempre, que esa noche y esos besos hicieran lo mismo, que el olor de la parte de atrás de su cuello nunca se fuera, me estaba perdiendo en un delirio una vez más.
1 comentario:
Siempre
hay
momentos, sensaciones, olores, contactos
que
uno
quisiera
que
duraran
por
Siempre
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