
Era casi inevitable y además de eso, era sumamente contradictorio, pensar que era mentira que los dioses como Itzamná no vivián en los cielos, que bajaban era cierto, aquí en la tierra también somos hermosos, pero en definitiva y no existe discusión alguna, el vivir en esa cámara llena de estrellas, poder tocar las nubes, poder ver los dos mares el blanco y el azul, esfumarce el uno en el otro -o tal vez al revés-, poder estar en el limbo donde el cielo y el océano se hacen uno solo, presenciar como la unificación más esplendorosa y sutil de lo que es nuestro planeta sucede frente a sus ojos, se crea un espacio infinito y el es parte de ello, no me hacen dudar en lo más mínimo de su existencia. Y pues claro, tampoco dudo de la mía. Compañeros ¿ustedes si dudan?
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