Hacia dónde y cómo

Hacia dónde y cómo

lunes, 28 de enero de 2013

Frito en escabeche (II)



Una mirada perdida en un momento que recuerdo como si me acabara de pasar, fue la que capturó aquella imagen tan perfecta en mi cabeza -saliendo del contexto por supuesto-, esa sonrisa tan perfecta, el brillo que parecía crecer y desvanecerse de sus ojos, como el de las estrellas en la noche, era ella y su felicidad.

Había salido después de la última inquisición al reloj,
eran las 2:30 de la mañana, quería fumarme un cigarrillo,
sentir el frío clásico de la época. Me senté a fumar y
de pronto se fue acercando, una mujer con una falda larga
café oscuro, se aproximaba lenta, pero no había duda que venía en
mi dirección, eso me inquietó, ahora miraba hacia
el vacio, pero era incómodo, me sentía presionado, nervioso,
quería observarla mientras caminaba hacia mí -aunque no supiera
quién era-, en última instancia no lo pude evitar y volteé mi cabeza.

No había nada más que hacer, no se podía pintar un espectáculo más hermoso, era imposible lograr capturar un panorama más bello, ella estaba cayendo lentamente en el café de sus ojos, se movían y al mismo tiempo estaban estáticos, erán felices.

La miré estáticamente durante varios minutos,
estaba un poco impresionado, fascinado, exaltado -mi respiración se cortaba-,
era preciosa, su cabello suelto y largo,
su falda discreta y la camiseta blanca, de cuello
en "v" -tenía un bolsillo pequeño en el pecho-, la elocuencia
de su sonrisa y esas pestañas, largas y levantadas tan
delicadamente hacia arriba, me había enamorado y no lo pensé dos
veces antes de invitarla a pasar, quería cocinarle.

Era como una corriente marina,  una cantidad inmensamente diversa de individuos -esta vez no acuáticos, sino humanos- moviéndose en todas direcciones, solo de vez en cuando uno chocaba con alguien de frente y siempre la situación se resumía en escazas opciones, derecha, no, izquierda, no...
Ahora ellos se movían en esa corriente, tranquilos, dejándose ser lo que verdaderamente valía la pena, existiendo y sintiendo, ¿¡Qué más se le puede pedir a la vida!?, si el amor está en el aire, es verano y pronto será cuarto menguante, como amaban los dos sin saberlo esa etapa de la luna.

La había invitado a pasar -eran las 3:30-, y no estaba
del todo convencido, aún seguía pensando en Merecedes
-su olor estaba como impregnado en las paredes de mi apartamento-,
seguía esperando que llegara una carta suya,
que me enviara aunque fuera a un malnacido que me rompiera los vidrios,
lo que fuera, pero que me hiciera saber 2 cosas,
que está viva y que sigo existiendo -para bien o para mal- en
su cabeza.

Lo primero que me pasó por la mente fue ofrecerle una taza de té,
sentarnos a hablar de simplemente cualquier cosa que
pudiera estar pasándonos por la cabeza,
pero en vez de té terminamos tomando ginebra,
y no necesariamente esa noche lo que más hicimos fue hablar con palabras.
Recostado sobre la misma cama en la que tantas veces le había quitado la ropa,
donde tantas veces me había desvanecido de placer y caía tendido
sobre su cuerpo desnudo, caliente y agitado.
Ahora me encontraba sí, junto a un cuerpo caliente y agitado,
sobre un exquisito deleite para los ojos y el cuerpo,
pero el olor de Merecedes estaba ahí, en la almohada, en las sábanas...en mí.

Siempre después de recorrer de manera desprocupada por las calles, tomaban el bus -rutinaria costumbre, pero siempre tan mágica-. El bus costaba 365 y ella siempre -y aclaro, siempre- se lo pagaba. Cuando llegaban a casa se acostaban exhaustos del mundo -pero no necesariamente del suyo- sobre la cama, envueltos entre sábanas y almohadas, no querían más tiempo, no querían más ruido, más voces, más nada -solo ellos y la cama-. Se deslizaban las llemas de los dedos sobre su espalda mientras jugaban
a recordar y rimar palabras...bravas, hadas, ASADAS, no alto...bueno, en fin, un juego.








(Cont...)

Pequeños cuentos de bolsillo (I)



"El hecho se había presentado unas semanas atrás, sin embargo aún sentía impregnado el olor en mis fosas nasales, aquél hedor. Nunca antes en mi vida había sentido tanto asco, un hombre había domesticado (esclavizado-¿amado?) a un par de niños extranjeros –sospeché que los había comprado, ya que aún se podían distinguir ciertos rasgos taiwaneses- y los había hecho morir de infecciones en el estómago, desnutridos, alimentándose de tierra junto a sus propias eses...cuando llegamos al lugar los cuerpos no tenían mucho tiempo de haberse reventado, había gusanos y moscas de todo tipo en el sótano donde los encontramos con aquella inolvidable fetidez. El infeliz que los había matado se tiró de un edificio semanas atrás, tal vez no pudo contener la muerte del par de criaturas, somos prisioneros de nuestros actos"

Por Fernando Bermúdez Kuminev

Emociones

Las emociones que invaden mi espíritu son cada día más grandes y fuertes, me siento poseído por el placer, me siento atraído por el vicio, deshecho por el amor y vuelto a la vida por la libertad de haber podido escoger ese camino por el que voy hoy…
El mundo que creíamos ver no es ni la mitad de hermoso que ese universo que se esconde en nuestras miradas, en nuestras mentes. Ese animal que se esconde en nosotros, solo escapa cuando al fin dejamos las apariencias, dejamos a terceros por fuera y solo así podemos sentir, vivir como en verdad deberíamos. En realidad sentiríamos la realidad si nos dejáramos caer por una sola vez, cree en esos sueños, en esas ilusiones y en ese momento romperíamos el cristal y la realidad sería una vez más debajo del mar, la Luna sin explotar nos quemaría y arderíamos en fragmentos que al tocar el aire se hacen uno, convirtiéndonos en estrellas fugaces que atraviesan el cosmos.