Hacia dónde y cómo

Hacia dónde y cómo

miércoles, 18 de noviembre de 2009

17 de abril


Hoy sentado de nuevo en la esquina a pensar,
en todos los momentos que fueron algunas vez hermosos,
los tiempos que se congelaron y ahora me basta
con cerrar los ojos para volver al mismo lugar y ver
como se separó el camino, el suyo y el mío.
Es triste y duele saber, que ni con toda la magia del mundo,
ni con todo el amor del universo se podrá revivir
ni uno solo de aquellos momentos...y fue aquí,
cuando ya todo estuvo perdido, cuando ya solo quedan
esas trilladas palabras que no me atrevo a escribir,
fue en este instante en el que cayeron sobre mi mente
Los pasos para olvidar.

Por Fernando Bermúdez Kuminev

lunes, 16 de noviembre de 2009


Me había peleado con el café,

me había peleado conmigo, pero encontré paz

a mi alrededor, en el bus y en el mundo.

La cucharadita de azúcar morena,

la iglesia y el atardecer,

sentía el aire muy amargo

veía con los ojos nublados, pero el corazón

aliviado.


Por Fernando Bermúdez Kuminev

martes, 10 de noviembre de 2009

Paso II


Después de rasurarme y lavarme la cara, cepille mis dientes. Aseo normal, no de todos los días, pero si algo necesario - bueno hasta cierto punto - para poder ir al trabajo. Hace seis meses trabajo poniéndole el precio a los productos en el Centro Comercial, en un local: "Súper-basurero". Es de esperar que en el lugar vendan basureros, así es.

Miércoles por la mañana, seis treinta y el autobús no ha pasado. Hoy cumplo un mes de encontrarme en esta patética situación. Seis treinta y dos, el autobús aún no ha pasado. Sentirse el hombre más feliz del mundo, abrir los ojos y estar feliz de existir, salir a la calle y respirar profundamente, nunca he sido de esos y hoy tampoco fue la excepción. Todos los días me levanto pensando en como el mundo cada día se va más para la mierda, como nos matamos y nos condenamos solos en esta isla que vivimos. Mientras camino a la parada del bus noto que no vivo en un barrio malo, pero estoy consciente de cómo esta la ciudad infestada de pobres diablos, de cómo la vida los ha condenado, diría yo que son inocentes. Seis treinta y cuatro, el bus da la vuelta en la esquina. Han pasado más de mil pensamientos en mi cabeza del por qué no llegaba a tiempo – seis treinta – como todos los días.

Desde que el chofer se quedó dormido, porque su despertador se averió a las tres cuarenta y cinco cuando de pura casualidad hubo un pequeño fallo en la electricidad; pudo haber sido culpa también de su compañero (siempre hablando del despertador) que desconectó lo que no tuvo y conectó el televisor; pudo haber sido simplemente que su reloj se encuentra atrás en el tiempo, creando su propio tiempo cuatro minutos atrasado, pero aún así sigue siendo su tiempo.

Después de esos breves pensamientos, fugaces y sin sentido, saqué las monedas para el pase y subí de primero, al pagar mire a los ojos al chofer, efectivamente se había levantado apurado, no tuvo ni tiempo de lavar su cara, aspecto desbaratado…

Me intriga siempre que me montó a un bus la misma pregunta: ¿de qué lado dará el sol? Siempre hago lo mismo con mi mano (se estira la mano en posición horizontal en un lugar donde de el sol y se estiran los dedos señalando la postura que ira a tomar el bus en el transcurso del camino) Está vez iban a caer los rayos del lado derecho.

Bordes, intrigas, un sueño, un deseo…estoy harto.

Sin sustituir a nadie, simplemente me sentí solo, me sentí…vivo.

Por Fernando Bermúdez Kuminev.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Primer espejo. (Ojos que sienten)


“Son las cinco de la mañana tengo la garganta seca, me duele, es el frío de la madrugada. Necesito un vaso de agua, pero si me despego de las cobijas en esa ida y vuelta por un simple capricho, cuando vuelva mis pies van a estar fríos y no me voy a poder volver a dormir, mi garganta-.”

Volví a dormir esa madrugada escuchando con mi mente el salpicado de las gotas en el techo, tuve un sueño con una muchacha; esta me agarraba el brazo con muchísima fuerza –en el sueño- y de un momento a otro estábamos volando entre planetas, sobrevolábamos en una estrella fugaz y sentí –mejor dicho escuché-, en lo profundo de la mente como dejó de llover. Abrí los ojos, estaba en mi cuarto, oscuro, esta vez más sombrío de lo normal, en el piso estaban el jeans y las medias -tenía un piquete en el brazo que me incomodaba-; me levanté y miré la repisa estaba llena de discos, sentía pereza de ordenar –empecé a sentir el dolor de cabeza y el piquete en el brazo me seguía incomodando-, me puse de pie y me quite la camiseta -sentí un escalofrío-, me puse el jeans y dejé las medias. Abrí la puerta y vi un pasillo bastante largo – ¿aún estaba soñando?-, olía mal, era una mezcla de sudor y vómito, escuchaba un escándalo, pitos, gente gritando. -¿dónde estaba?-. Luego caminé por el largo pasillo había muchas puertas, tenía sucio el cuerpo entero y el escándalo seguía - quería preguntarle a mi mamá que había de desayunar-.

-Diay guebón ¿ónde se metió ayer?

Mire atrás y un muchacho me estaba hablando –ciento un preguntas dieron tres vueltas en mi cabeza al mismo tiempo, pero ¿dónde estaba y qué pasaba? tomaron un lugar primordial- Me iban dando vueltas las mismas preguntas a cada instante, a cada paso, hacia el final del pasillo. Caminé rápido para perder al joven y salir rápido del pasadizo, pero aún con esas dos preguntas girando en mi mente –y el piquete en el brazo que no dejaba de interferir-. Al final del pasillo había una puerta que abrí –para escapa de las preguntas, el piquete, el muchacho y la pesadilla- y salí a una calle. En el mismo instante abrí la puerta buscando escapar de la pesadilla iba entrando una mujer mal vestida y sucia; el miedo me invadió por completo el ser. Caminé por la calle sin saber hacia donde me dirigía y paré a preguntar en una tienda dónde estaba.

-Señor ¿qué día es hoy?- pregunte mirando a los ojos de un señor como de unos cincuenta años, me devolvió la mirada, rió –de mí, creo-, se puso de pie y dijo bruscamente:

-¡Jale, jale de aquí piedrero!- Hubo silencio en mi cabeza al parecer esto trascendía más allá de una simple pesadilla y empecé a correr.

Corrí rápido, rápido hasta que los pies no me daban, llegue al Parque de la Merced. En mi cabeza había muchísimas dudas, preguntas ¿dónde estaba?, ¿qué estaba pasando?, ¿y mis amigos?, ¿mi mamá, mi hermano, en que año estaba, que día, que mes? -¡Maldita sea!-, ¿quién soy? Me senté en una banca a llorar estaba desesperado. Mire a mi alrededor y me desvanecí.


Por Fernando Bermúdez Kuminev

domingo, 8 de noviembre de 2009

Paso III (Planta baja)



Estamos cerca de un armario amarillo, hay una lámpara roja en el centro de la cocina, la mesa es áspera y no tiene mantel. Me tumbé contra el refrigerador para sentir la comida e intentar atravesar la materia gris con un esfuerzo, pero nada se desliza tan fácil. Quiero comerme una rodaja de pan blanco, pero no hay, solo están esas migajas sobre la mesa sin mantel –ahí está lo áspero-.

Doy tres pasos hacia el lavaplatos, camino únicamente sobre las líneas negras de la cerámica, puede que exista una combinación extraña y si uno da un paso en falso se derrumba el piso del apartamento; estoy frente al lavaplatos –hay hormigas- quiero un vaso, ¿dónde están?, era la única pregunta que daba vueltas como las bolas de un bingo antes de salir…19, 19 fue el número que me faltó para el premio, seis, seis cartones compraron y tan solo un cigarrillo de 5 minutos.

Dominando el momento, sin perder la calma ni tampoco el equilibrio sobre la línea negra de la cerámica, puse mi cabeza sobre el piso y empecé a dar vueltas hacia una silla, una vez frente a la impresunta (silla), la tome por las patas y la lancé hacia el techo.

Hoy vi por la ventana de un quinto y tenía ganas de lanzarme hacia un viaje infinito y solo mío, soltar mis alas, desprenderme del mundo, estar en la nada, ser nada, ni siquiera un recuerdo...Hoy quise no olvidar, pero si ser olvidado, hoy vi un futuro no tan lejano lleno tal vez de lágrimas y llantos, pero un momento y un espacio que era solo mío.

Sentía que una amalgama de ideas, pensamientos y muchos sentimientos se formaban en mi cuerpo, mi mente, me recorrían y me corroían. Me sentía oxidado, respiraba ese metálico sudor e inhalaba ese humo gris, como se expandían y se contraían los músculos del cuerpo -el dolor abdominal-. ¡ESTOY VIVO! Y me siento a meditar, entre meditación y muchas lamentaciones de hechos y deshechos, unas cuantas lágrimas que se secan antes de caer del rostro, la sal que mis labios prueban, el sonido del sollozo...soy yo el que esta frente a ese espejo que se desliza hasta la planta baja.

Por Fernando Bermúdez Kuminev

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Hamburgo



Las tardes citadinas se me iban llenando de hojas secas,

no entendía muy bien y tampoco me interesaba

saberlo.

La historia aquella que escribía se había terminado,

estaba en un café de Hamburgo a las 11:10 -no tenía cigarrillos,

era otoño-.

Afuera me esperaba la ciudad, en la noche las ginebras del bar

y algunos cigarrillos en la misma esquina, en el mismo local.

Era dueño del tiempo...

Por Fernnado Bermúdez Kuminev

martes, 3 de noviembre de 2009

3 de noviembre.

Hoy nevó.
Entre fotografías, jugo de uvas,
entre las acuarelas y el olor del té de manzanilla
todo se volvía como un sueño.
Ayer soñé con Berlín,
pero esta vez ella estaba agarrándome la mano.
Mientras las galletas en la mesa se ponían suaves,
en la calle los niños jugaban con nieve.
¿Será que el otoño se fue tan rápido,
que aunque no la ame,
aunque todo cambió...será posible
que aún tenga mi corazón?

Por Fernando Bermúdez Kuminev

Emociones

Las emociones que invaden mi espíritu son cada día más grandes y fuertes, me siento poseído por el placer, me siento atraído por el vicio, deshecho por el amor y vuelto a la vida por la libertad de haber podido escoger ese camino por el que voy hoy…
El mundo que creíamos ver no es ni la mitad de hermoso que ese universo que se esconde en nuestras miradas, en nuestras mentes. Ese animal que se esconde en nosotros, solo escapa cuando al fin dejamos las apariencias, dejamos a terceros por fuera y solo así podemos sentir, vivir como en verdad deberíamos. En realidad sentiríamos la realidad si nos dejáramos caer por una sola vez, cree en esos sueños, en esas ilusiones y en ese momento romperíamos el cristal y la realidad sería una vez más debajo del mar, la Luna sin explotar nos quemaría y arderíamos en fragmentos que al tocar el aire se hacen uno, convirtiéndonos en estrellas fugaces que atraviesan el cosmos.